I am a wave of the sea
And the foam of the wave
And the wind of the foam
And the wings of the wind.
My soul’s in the salt of the sea
In the weight of the wave
In the bubbles of foam
In the ways of the wind.
My gift is the depth of the sea
The strength of the wave
The lightness of foam
The speed of the wind.
Joseph Mary Plunkett, 1887-1916 Ireland
Vienen a mà como marea de alta mar
imágenes de calles, avenidas y paisajes que algún dÃa conocÃ.
Booterstown y su angosta entrada,
árboles delgados entre los apartamentos.
Pienso en la calle de St. Helen 's Wood,
inclinada y transitada.
Recuerdo el blue Boys College
que se encontraba a la izquierda,
junto a una pequeña tienda de conveniencia
y al otro lado, el famoso pub– cuyo nombre no puedo recordar.
Pero recuerdo el final de la calle,
el semáforo y la división entre las casas,
el parque y el mar.
Me entran ganas de llorar,
me lleno de la memoria,
esperando poder adentrarme en ella y revivir.
Recuerdo la pizzerÃa en la esquina
y la tienda de bicicletas a su lado.
A la izquierda de ellas, otro pub.
De paredes amarillas, olores marÃtimos.
Y luego al fondo, se oye el eco del tren pasando.
Recuerdo pasear en bicicleta por el parque
y sentir la vibración de un tren porvenir.
Recuerdo salir a comer,
entre la brisa del mar y el sol ardiente de verano.
Las montañas verdes que permitÃan ver al horizonte,
pequeños cerros de grama fértil que caminé con firmeza,
porque más adelante de ellos,
se llegarÃa a Blackrock y lo encontrarÃa todo de nuevo;
el mercado los sábados y domingos,
el Wicked Wolf Pub,
una biblioteca,
y casas a más altura que el mismo mar.
Callejones sin salida,
llenos de botellas vacÃas
y botes de basura los miércoles.
Estos solo son recuerdos de una vida ya vivida,
una realidad que hoy es inexistente,
entonces suspiro y abro los ojos.
Me doy cuenta de que recuerdo lo mundano,
poco turÃstico y tal vez hasta aburrido.
Pero es lo que recuerdo porque es lo que vivÃ.
Ese lugar fue mi casa, mi caminata diaria.
Esa isla y yo, nos reconocimos en la mundanidad de la vida.