Mi desayuno comenzó abriendo el empaque de un cuchillo nuevo con una navaja Victorinox negra. Un cuchillo que me regaló mi madre y la navaja con el nombre de mi padre. Los vi a ambos en mi intento a ingeniar aquella mañana cómo cortar la fruta en un nuevo espacio, en el cual no se encontraba un solo cuchillo o tijera por toda la cocina. Con el déficit de atención que me cargo y lo torpe que puedo ser con mis extremidades, me pareció muy genio de mi parte querer destapar el cuchillo con una navaja a falta de otro método. Me hizo pensar en ambos de mis biológicos. Sus manierismos y nuestro parecido a través de los años. Escuchando rock mientras hago el café y limpio los platos sucios. Tomando el café desde una taza cerámica de ‘Quetzalteca’, organizando mi día.
Es interesante pensar en los hábitos que llevamos - y con cuáles de esos realmente nos sentimos identificados. Los hábitos y su desarrollo de nuestros patrones, comportamientos y acciones. Los hábitos me hacen pensar en un póster que tenía mi papá en su cuarto, de un color amarillo húmedo, en un papel desgastado por los años, el cuál leía:
Lo leí incansablemente de niña. A veces realmente despertando a la consciencia que su mensaje conlleva.
Y pues, es algo en lo que he estado pensando un tanto demasiado;
¿Cuáles son los valores por los que vivo mi vida? ¿Cuáles son mis hábitos? ¿Cuáles son mis límites?
La mayoría de veces cuando caigo en un ciclo inestable y destructivo, tiendo a observarme como una víctima de mi realidad. Y es que cuando estoy en esos ciclos, mi cuerpo se vuelve enfermizo y frágil, acostumbro a dormir en exceso y a comer de manera pobre y escasa.
Después de pasar la tormenta de aquél ciclo y recuperarme de nuevo, comienzo a darme cuenta que mucho de lo que acciono subconscientemente proviene de patrones aprendidos a temprana edad, o simplemente de espejismos copiados de aquellos que me guiaron al crecer. Esto no es ninguna crítica hacia la manera en que fui criada, de lo contrario, hoy por hoy comprendo la dificultad y responsabilidad que conlleva criar y guiar el crecimiento de una vida ajena a la tuya. Es más, aún hagas tu mejor intento, la vida que engendraste decidirá por si sola qué enseñanzas y aprendizajes mantendrá durante su vida. Por eso me pareció interesante y hasta un poco cómico la manera en que me vi habitada por ambos de mis padres en una mañana mundana y cualquiera. Los recuerdos de mi niñez que de alguna manera me marcaron, como aquél póster de mi padre, o la firme voz de mi madre. En instantes profesionales, al presentarle una propuesta o una solución a mi superior, quien es fiel amiga de mi mamá, se me ha hecho saber lo parecida que es mi manera de expresar a la de ella; nuestro tono de voz, nuestras pausas y la confianza exuberante de nuestra presencia. Jamás me he considerado una persona tan segura de sí misma como para que otros lo noten. Sin embargo se me ha mencionado en más de una ocasión por personas ajenas, extraños y conocidos que mi confianza parece sólida y mi única explicación es la actitud que observé y aprendí de mi figura materna.
En un pasado adolescente, cualquier apariencia cercana a mis biológicos hubiera sido un poco vergonzosa. No sé exactamente de donde proviene aquella pena - posiblemente de mi timidez cuando de joven todo me daba vergüenza. O simplemente el hecho de ser un adolescente y querer pretender tener un tipo de superioridad social por desasociarte de tus padres, especialmente de mi madre quien fue muy vocal y presente durante mis años escolares. Haber sentido vergüenza por la manera en que actuaban mis padres no es algo que me enorgullece en lo absoluto en mi presente, pero puedo aceptar lo que fue al entender que mi comportamiento adolescente fue parte de algo ‘natural’ cuando estas tratando de desarrollarte de manera autónoma en un momento donde las inseguridades, las preocupaciones sociales y escolares es tu mayor enfoque.
Hoy, mientras uso vinagre y bicarbonato para remover manchas y limpiar mi ropa, o cuando destapo un nuevo chuchillo con mi navaja, me río y me abrazo. Agradezco a mis padres por su sabiduría y creatividad. También reconozco que hay comportamientos y patrones con los que deseo partir para abarcar mi vida de una manera que resuena con la persona en la que me estoy convirtiendo. Tengo una naturaleza suave y tímida (aunque no lo parezca), desordenada y distraída. Busco poder salir del condenado juego de víctima que a veces me atrapa y encierra. No deseo guardar remordimientos que envenenan el alma por el simple hecho de haber sido lastimada. Aunque por mucho tiempo el miedo me ha puesto barreras que limitan mi desarrollo profesional y personal, confío en que mi curiosidad me elevará a encontrar nuevos caminos.
El cambio de hábitos es una de las tareas más difíciles porque requiere traer la atención a situaciones y momentos en los que normalmente se acciona subconscientemente. Es observar los momentos más mundanos del día a día y cuestionar su aporte y beneficio a tu vida. - Por ejemplo, me he dado cuenta que entre más permito que mi espacio se desordene, más letárgica y poco motivada me encuentro. No soy de las que se obsesiona por el orden, la simetría de las cosas y su posicionamiento, pero si requiero de una cierta organización que brinda paz y armonía a mi entorno y por ende también a mi estado mental. Tiendo a posponer tareas, quehaceres por la falta de ‘tiempo’ que realmente se debe a mi gana de pasar en la cama horas haciendo nada y luego torturándome con la culpa moral. Cuando sé profundamente que lo que más me brinda placer es tener suficiente tiempo en las mañanas para tomarme mi café despacio y terminar todo aquello que debe realizarse o invertir tiempo y mente en proyectos y actividades de mi interés.
Conlleva tiempo y aceptación darte cuenta de tus límites y barreras - fuera de los que la división de clase, el estrato social y la racialización imponen injustamente, hay limites y condicionamientos de los que podemos librarnos porque dependen nada más de nuestra voluntad propia - como lo es para mí ordenar mi cuarto. Suena simple y hasta un poco estúpido y es por eso mismo que no nos damos cuenta la importancia y peso que conlleva en nuestra vida cambiar hasta nuestra más minúscula acción. No soy de esas que lee “Atomic Habits” porque no creo que existe una formula alguna que cambiará la manera en que todos operamos, pero si creo en la introspección y observación personal como fuente de cambio y la manera en que enraizamos nuevos hábitos, ciclos y rutinas. Una vez leí una frase que decía,
‘impermanence is the only thing that is for certain.’
‘la impermanencia es lo único que está garantizado.’
Cuando leí esto por primera vez me quedé atónita repitiendo esa frase una y otra vez en mi cabeza. Me marcó, algo tan simple como reconocer que todo está siempre en movimiento, que somos seres cambiantes porque esa es la naturaleza del cosmos y la vida entera, que lo único garantizado es el cambio, el flujo de energía que muta-
La crisálida del Tiempo.
Intento recordar eso lo más que pueda, tener esperanza en el provenir, saber que los ciclos y patrones aprendidos que ya no nos aportan pueden transformarse, que la vida es más grande que los traumas. Es importante sanar, pero que nunca se nos olvide disfrutar y reírnos de la vida entera y de unx mismx. A veces solo simplemente hay que ingeniarse una nueva herramienta entre las muchas que te dieron al crecer - la mía esa mañana fue combinar una navaja y un cuchillo para cortar la fruta, al ritmo del rock y el sabor de un café recién hecho.
Love always,
♥ lejana.