Me gusta dormir en nuevos espacios.
Conocer su luz de noche;
cómo la calle ilumina la alcoba,
cómo los ruidos pintan el mundo natural
y edificado.
Conocer las gavetas, repisas,
la cocina y el baño.
Las fotos que cuelgan,
el olor de la ducha y el jardÃn,
el color de las sábanas.
Me gusta imaginar que vivo aquÃ.
Ver afuera de la ventana y reconocer la vista
como si la hubiera visitado
todas las noches antes de dormir.
Hay un placer muy particular en el habitar
espacios ajenos,
una intimidad silenciosa,
un reconocimiento del otro y sus mañas
como si fueran tuyas.
Y me colma una extraña soledad amigable
de saber que habito
hoy, aquÃ, sola.